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Post por illander el Jan 22, 2008 18:22:52 GMT 1
Historia de Illander
Al entrar en la taberna, el enano miró a su alrededor, y se fijó en un grupo de gente en una mesa bien llena de comida y bebida. En la silla más lejana se veía a un elfo nocturno, debía de ser viajante, ya que por estas tierras pocas veces pasan miembros de su raza, y los demás le estaban escuchando atentamente. En sus profundos ojos se reflejaba el baile del fuego de las antorchas que atraía y atemorizaba al mismo tiempo. Vértigo quizo acercarse más y escuchar...
- Ciento veinte años. Toda una vida para un humano. Nada para un elfo nocturno. Es cierto, nuestra nación perdió la inmortalidad, pero seguimos viviendo cientos de años. Hace unas décadas que llegué aquí, a Teldrassil. Mi madre murió hace mucho, cuando yo solo era un niño, y mis hermanos desaparecieron. Los únicos familiares que tengo son mi padre y mi hermana, que ahora es una sacerdotisa de Elune que sirve bien a Tyrande. Mi padre, cuyo nombre tengo prohibido desvelar, controla un pequeño archipiélago muy lejos al oeste de Kalimdor, pero tampoco contaré a que se dedica allí. Aunque sí puedo hablar sobre mi vida. Hasta mis once años, vivía en casa de mi familia, un gran árbol hueco que había sido adaptado y reformado para vivir, y a partir de esa edad he comenzado a ayudar a mi padre en diversas tareas que éste hacía. A los cuarenta, mi progenitor me trajo a casa de un antiguo alquimista, y le dijo que me educara. El Alquimista, como siempre, no revelaré su nombre real, me contó y enseñó diversas cosas, me mostró diferentes hierbas, y como aprovechar sus efectos, aunque nunca me dejó hacerlo en práctica. A pesar de no ser de su profesión, el Alquimista me contó los aspectos generales de la historia de Azeroth y de Kalimdor, o como él los llamaba - los Reinos del Este, aunque nunca se adentró en detalles. Durante la Tercera Guerra, todos estabamos en las islas de mi padre, aunque las islas también han sufrido el ataque de Archimonde y sus súbditos. Tras el ataque del Señor de la Legión Ardiente, los Naga y diferentes razas de Murlocs (incluidos los esclavos de los Naga, los Mur'Guls) emergieron de las profundidades, e invadieron nuestro hogar. Las islas quedaron aisladas una de otra durante años, y solo tras duras luchas hemos podido reestablecer la unión entre estas, aunque igualmente nunca podremos viajar con tranquilidad como hacíamos hace siglos. Yo era uno de los mejores luchadores contra los invasores, mis amigos me llamaron ''Muerte Negra'', porque siempre me gustaba llevar una ámplia capa negra en batalla. En una de las batallas más crueles, incluso me llegaron a cortar el pie. Sigo dando las gracias a mi hermana, que en esos momentos aún estaba entre nosotros, por salvarme, aunque sigo cojeando a menudo, y durante algunas noches mi extremidad recuerda plenamente el dolor que ha sufrido entonces. Un día nos hemos peleado con mi padre, porque él me quería hacer entender que no hay más cosa que servir a la diosa. Yo dije que no quiero hacerlo, y que si él me lo impone me iré a otras tierras. Mi padre me miró con una larga y triste mirada, me dijo que me esperara y se fue. Pensé que tal vez se fue porque me pasé de la raya, y me quedé en su salón de visitas, lleno de diversos cuadros y demás adornos y cosas bonitas. Los minutos me parecían horas, mientras yo pensaba que era lo que me podía hacer. Cuando mi cabeza estaba a punto de estallar, volvió. Y no volvió solo. Vino con un elfo que vi en varias ocasiones antes, pero nunca le hablé. Éste se presentó como Astinus, y me contó que era un aventurero y un Cronista, una persona que graba la historia desde su punto de vista. El corazón me cayó a los pies cuando mi padre dijo que Astinus sería mi acompañante hasta Teldrassil, donde me entrenaría como guerrero y estudiaré historia. En unos días ya habíamos recogido nuestras cosas, y me he ido con Astinus, sin siquiera despedirme de mi padre. Nos dirigíamos en barco hasta la aldea Rut’Theran. Durante el viaje, que duró varios meses, nos hicimos muy amigos con Astinus. Para mi era un viaje hacia la aventura…
Vértigo se había dejado encantar por la historia, y solo recuperó el sentido al ver que la gente de la mesa le miraba. No notó que estaba demasiado cerca, y mirando claramente a Illander. - ¿Cómo te llamas, enano? - Preguntó Illander mirandole directamente a los ojos - Mi nombre es Vértigo, - contestó el enano, y añadió rápidamente - señor Illander - ¿Te ha gustado mi historia? - Sí, era bastante... entretenida... - Acércate, Vértigo. Puedes tomar asiento entre los Cronistas de Astinus, aquí no estarás solo.
Illander había oído sobre los elfos aventureros, y pensaba que podría hacerse uno, aunque también le atraen diversos artefactos históricos. No era un elfo normal, su alma no estaba tan unida a la naturaleza como las almas de su gente, y podia crear matanzas sin siquiera preocuparse por los destinos de los espíritus que acababa de liberar.
Físico de Illander
Illander es de una estatura mediana entre los elfos, aunque parece muy alto para los humanos. Tiene una desarrollada musculatura, ya que durante su juventud se entrenaba mucho. Su rostro tiene unos rasgos de halcón que está vigilando su próxima presa. Sus largos cabellos azules eran una gran envidia para sus amigos de infancia. Nunca le importaba demasiado su forma de vestir.
Carácter de Illander
Su padre y el Alquimista le enseñaron que no hay ni bien ni mal, que el futuro se lo forja uno mismo, e Illander sigue estos pensamientos. El Alquimista es muy hábil en todo, y, sin saberlo, le despertó una gran sed de poder. En general, Illander habla poco, y escucha mucho. Tiene una forma de hablar lenta, y una voz misteriosa que parece que viene de otro mundo. A menudo le vienen ideas muy obsesivas y ambiciosas, y hace todo para conseguir lo que quiere. Intenta conseguir muchos amigos que en algún momento puedan serle útiles, y no está acostumbrado a perder. Su sed de poder debe ser saciada, y algún dia Illander mostrará su carácter real.
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